¿Locamente enamorado de los perros? Lamentablemente sí.
Al mantener a los perros sanos y a los dueños educados, los veterinarios pueden bloquear la propagación de zoonosis caninas hacia las personas
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Al mantener a los perros sanos y a los dueños educados, los veterinarios pueden bloquear la propagación de zoonosis caninas hacia las personas
Los perros ofrecen su corazón a sus humanos, junto con sus gérmenes. Muchas enfermedades caninas, ya sean bacterianas, virales o parasitarias, pueden transmitirse de un perro a una persona. Cuando pensamos en riesgos zoonóticos, pueden venirnos a la mente algunos animales malvados: el gato, cuyo único mordisco puede enfermar a su víctima humana con los organismos Bartonella henselae que causan la fiebre por arañazo de gato; el lagarto, que puede dejar en las manos humanas Salmonella que induce diarrea; y cualquier mamífero salvaje cuya mordedura puede provocar rabia. Sin embargo, la etiqueta de "culpable" rara vez se le aplica al mejor amigo del hombre: el perro.
Existe evidencia de que el perro de la familia podría servir como reservorio de otras bacterias que pueden causar problemas en las personas.
Así como los caninos han fusionado sus vidas con las nuestras desde que comenzó su domesticación hace miles de años, también lo han hecho sus patógenos. De acuerdo con Colin Basler, subdirector de One Health de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), los perros están detrás de la propagación de varias enfermedades en sus compañeros humanos. Hoy en día, los perros siguen ocupando un lugar destacado en nuestras vidas. Según el reporte de 2024 de la Asociación Estadounidense de Productos para Mascotas, más de 65 millones de hogares estadounidenses tienen un perro.1 La gran cantidad de ellos ha creado una bonanza zoonótica, en la que los perros y los humanos intercambian gérmenes.
Invasores explosivos
“Las enfermedades diarreicas son las principales enfermedades zoonóticas de los perros”, dijo en una entrevista Stephen Cole, VMD, MS, DACVM, profesor adjunto de microbiología clínica en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia.
La campilobacteriosis es una de las principales causas de diarrea bacteriana humana en todo el mundo. Estas bacterias en forma de espiral gram-negativas pueden adquirirse a través de la ingestión de carne y productos lácteos contaminados y por transmisión fecal-oral de animales infectados. Las tasas de colonización son más altas en los cachorros, en particular en los criados en jaulas.2 En la última década se han producido varios brotes de infecciones por Campylobacter jejuni resistente a múltiples fármacos en personas que informaron haber tenido contacto con cachorros vendidos en tiendas de mascotas.3
Los perros también son un reservorio de infección humana por Salmonella spp., la cual puede transmitirse por vía fecal-oral. Los perros y las personas infectadas pueden eliminar la bacteria durante 6 semanas o más, durante las cuales el cuadro clínico puede incluir fiebre, vómitos y diarrea, o puede estar libre de cualquier signo de enfermedad. Las personas también se han enfermado por contacto directo con comida seca para perros y golosinas, en particular orejas de cerdo, contaminadas con Salmonella.4,5
Las bacterias meten a los humanos en aprietos
La leptospirosis es una enfermedad poco común pero debilitante causada por una espiroqueta que se encuentra en el ganado, las mascotas y la vida silvestre. La infección en perros, la cual por lo general es asintomática, suele causar anorexia, vómitos, poliuria/polidipsia, letargo, fiebre e ictericia; la muerte ocurre aproximadamente en 10% de los casos.6
Una persona puede contraer leptospiras a través del contacto directo con la orina o el tejido de un animal infectado, o la exposición a agua o tierra contaminadas. Las membranas mucosas y la piel lesionada proporcionan puntos de entrada para estos organismos móviles. La leptospirosis humana es potencialmente mortal en aproximadamente 1 de cada 10 pacientes7 y puede provocar disfunción hepática y renal. Las vacunas anuales contra la leptospirosis canina protegen tanto a los perros como a sus dueños por extensión.