Tratamiento eficaz de la peritonitis infecciosa felina
¿Hasta dónde hemos llegado y hacia dónde vamos?
ENFERMEDADES INFECCIOSAS
¿Hasta dónde hemos llegado y hacia dónde vamos?
“En mi época” no es algo que diría nunca, pero hace más de 20 años, recuerdo que la peritonitis infecciosa felina (PIF) era una “asesina de gatitos” y una “sentencia de muerte” sin excepción. Mi incipiente función como asistente veterinaria en una clínica exclusiva para felinos me permitió experimentar de primera mano los efectos devastadores de esta enfermedad al principio de mi carrera, bajo la supervisión de un veterinario cuyos tratamientos para otras afecciones difíciles eran admirables. Sin embargo, no se conocía ninguna ayuda para estos desafortunados dueños con gatitos que a menudo tenían solo unos meses de edad. Otras experiencias con gatos afectados por PIF surgieron a través de un refugio para felinos en el que había trabajado durante más de 3 años. A pesar de los excelentes cuidados de soporte de los voluntarios y el personal presente las 24 horas del día, los 7 días de la semana, todos fallecieron.
(Recuadro) También se podía obtener un medicamento oral; aunque era menos costoso, no tenía una tasa de éxito alta en casos de enfermedad grave más avanzada o presentaciones neurológicas y oculares, lo que más tarde se entendió que se debía a concentraciones insuficientes del fármaco que atravesaban las barreras hematoencefálica o hematoocular.2,3 Esos casos de PIF todavía dependían de medicamentos inyectables. Para los dueños de gatos en los E.U.A., este medicamento inyectable era más accesible a través de una red clandestina virtual de voluntarios conocidos como Guerreros de la PIF, que lo encargaban a granel desde China y facilitaban la distribución.
Hace unos 4 años, ejercía como médico de relevo en un centro local de atención de urgencias para mascotas. No podía ayudar a una pareja con un gato Maine coon, de apenas 16 meses de edad, con PIF grave, en parte porque el trabajo del dueño masculino imponía severas restricciones sobre su vida personal, las cuales incluían no permitirle a él ni a su esposa presencia en las redes sociales, y en parte porque no estaba autorizado por ningún medio legal. No podía guiarlos hacia los voluntarios de Guerreros de la PIF, y ellos no tenían los recursos para obtener el medicamento por su propia cuenta. Me había mudado a la zona hacía unos meses, así que no sabía otra forma de ayudarlos y me sentí un completo fracaso como veterinaria. Nunca olvidaré las miradas devastadas en sus rostros mientras sostenían a su hermoso gato atigrado plateado clásico en sus regazos y cómo me desgarró el corazón darles sugerencias de cuidados de apoyo poco útiles junto con mi recomendación de que apreciaran cada día que pudieran mientras le quedara algo de calidad de vida.