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Volumen 12, número 6
Dic / Ene 2019 . vol. 12 / núm. 6

Con el agua al cuello… y abrumado

Me ayudé en los aspectos de exceso de trabajo y estrés, creando un grupo de apoyo en línea para aquellos veterinarios y personal veterinario, que se sienten de la misma manera.

Por Bree Montana, DVM



Me ayudé en los aspectos de exceso de trabajo y estrés, creando un grupo de apoyo en línea para aquellos veterinarios y personal veterinario, que se sienten de la misma manera.

Bree Montana, DVM

No puedo pensar en algo más solitario que sentirse aislado en medio de una sala de tratamiento en un hospital.

Así es como me sentí en el verano del 2010. Vivo y trabajo en un pueblo pequeño, así que 70% de nuestro ingreso anual pasa por la puerta de julio a septiembre. Después vienen días muertos, que se convierten en meses hasta que de nuevo empieza a aumentar el flujo del negocio durante las vacaciones de invierno.

Estoy acostumbrada a este ritmo y siempre me he administrado para las épocas pobres. Pero en el verano del 2010 parecía tener una temporada alta, ya que perdí de manera inesperada a mi asociado de tiempo entero y cubrí tan pronto como podía las tareas que ambos compartíamos. Tomábamos emergencias hasta las 10 de la noche todos los días y abríamos desde las ocho hasta las siete de la noche seis días a la semana. Cubriendo estos horarios parecía imposible. Seamos honestos, era imposible.

Era una locura, y ¡yo estaba loca! Me encontraba cegada por el temor del fracaso financiero y el deseo de estar ahí para todo mundo, por lo cual olvidé estar ahí para mí misma. La economía estaba hecha pedazos.  Mi hospital veterinario de seis años y las instalaciones de entrenamiento de dos años sostenían a 11 personas, mi familia de tres y nuestras numerosas mascotas. Superamos ese verano y fuimos capaces de almacenar gran parte de dinero que nuestro equipo pudieran necesitar para el invierno.



Puedo decirles que ese verano me enseñó una lección, pero estaría mintiendo. Soy muy necia para aprender de la manera sencilla.

Cuando terminó el verano bajé mi cabeza para trabajar aún más duro. Trabajé y perdí a mi hija, trabajé y perdí a mi esposo, trabajé y pagué entrenadores para que pasearan a mis caballos. Si usted piensa que esto suena como un plan terrible, está en lo correcto, casi arruiné mi salud, mi espíritu y mi familia al pasar apuros por mí misma.

Finalmente, busqué ayuda, tal vez un colega que pudiera ayudarme a valorar mi situación. Además, busqué en internet y vi cientos de otros veterinarios como yo; autosuficientes, necios y temerosos de verse como imperfectos o débiles.

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