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Volumen 10, número 1
Ago / Sep 2015 . vol. 10 / núm. 1

Tratamiento con éxito de la intoxicación por Bufo marinus en un perro

Debido a los cambios ambientales, el dominio de estos sapos gigantes se expande, así que asegúrese de que está preparado para reconocer y manejar estos casos tóxicos.

Por Jarrod Butler, DVM

CASO DE TOXICOLOGÍA



El dominio de estos sapos gigantes está en expansión así que asegúrese que está listo para reconocer y manejar estos casos tóxicos.

Jarrod Butler, DVM

Se encontró a un terrier Yorkshire, macho, entero, previamente sano, de tres años de edad y 3.6 kg con convulsiones y ptialismo en el patio del propietario, cerca de un sapo parcialmente consumido.

Al llegar al consultorio el perro se encontraba con ptialismo, hipertérmico, desorientado y con una taquicardia moderada (200 latidos por minuto). Poco después del examen, el perro tuvo una convulsión breve y vomitó partes del sapo, incluyendo partes de la cabeza. El propietario del perro también llevó al consultorio los restos del sapo consumido y un espécimen vivo de la misma zona. Con base en la comparación de la morfología craneal el sapo se identificó como sapo marino (Bufo marinus).

MANEJO DEL CASO
A partir de la identificación del sapo y de los signos clínicos consistentes, se diagnosticó intoxicación con sapo de la especie Bufo y se inició el tratamiento.

Se colocó un catéter intravenoso y al perro se le inició con líquidos intravenosos (60 mg/kg/día). Se administró un antiemético (maropitant, 2 mg/kg subcutáneos), seguido de carbón activado (2 g/kg orales).

Poco después de recibir el carbón, el perro comenzó a convulsionarse, pero respondió con rapidez a una inyección única de diacepam (0.5 mg/kg intravenosos). Este  medicamento también sedó ligeramente al perro y su frecuencia cardiaca se redujo de 200 a 160 latidos por minuto. Un hemograma mostró leucocitosis leve (17.6 x 103/μl; normal = 6 a 16 x 103/μl) y una elevación ligera de la actividad de la alanino aminotransferasa sérica (ALT) (258 U/L; normal = 10 a 100 U/L).

Media hora después de la administración del diacepam, el perro volvió a desarrollar una taquicardia sostenida (200 latidos por minuto), la cual respondió a 0.03 mg/kg de propanolol, administrado por vía intravenosa.

El perro desarrolló un breve periodo de convulsiones parecidas a masticar chicle tres horas después de la presentación, el cual se volvió a resolver antes de que se administrara diacepam. Poco después de este episodio, la taquicardia sostenida (210 latidos por minuto) regresó con múltiples episodios de contracciones ventriculares prematuras identificadas en el electrocardiograma continuo (ECG). Al perro se le dio una inyección intravenosa lenta de lidocaína (3 mg/kg) y luego una infusión a velocidad continua de lidocaína a 30 μg/kg/minuto. La velocidad de la infusión continuó así por dos horas, luego de lo cual no se observaron más contracciones prematuras, así que al perro se le descontinuó poco a poco la infusión a lo largo de una hora.

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